El 19 de junio de 2014, tras la abdicación precipitada de Juan Carlos I en su hijo, fue proclamado rey Felipe VI. Despreciando el clamor popular que demandaba un referéndum para que los españoles decidieran la forma de Estado, eligiendo entre monarquía o república, el Partido Popular, con el apoyo del PSOE, decidió de forma apresurada acelerar los trámites legales para que el príncipe Felipe se convirtiera en el nuevo monarca borbónico.
Todas las manifestaciones y concentraciones republicanas fueron prohibidas por el gobierno, conculcando el derecho constitucional de manifestación, con el pobre argumento de que era necesario evitar situaciones de riesgo y provocaciones hacia los manifestantes monárquicos. Madrid fue una ciudad en estado de sitio, con miles de policías identificando y reprimiendo a los pacíficos madrileños que portaban símbolos republicanos, y decenas de controles en los accesos a la capital.
El 19 de junio de 2014 figurará en la historia de nuestro país como el día de la infamia. Ahora, cuando se cumplen tres años de ese fraude, de esa estafa, insistimos en que esta monarquía fue impuesta por Franco y Juan Carlos I juró los Principios Fundamentales del Movimiento. Hay un hilo conductor que va de la dictadura franquista al actual monarca.
Felipe VI no es el rey de todos los españoles. No puede serlo. Por sus orígenes, la monarquía actual es la clave de bóveda de un sistema oligárquico que se gestó en los años de la Transición (1975-1978), cuando la clase política franquista pactó con la izquierda oficial (PSOE y PCE) una salida de la dictadura que dejaba intacto el aparato del Estado y mantenía el poder económico y político de la oligarquía.
Felipe VI, alabado hasta el empacho por unos medios de comunicación que tratan de embellecer y dar brillo a una monarquía corrupta que es rechazada por la mayoría de los ciudadanos, no tiene ninguna legitimidad democrática. Si fuera tan demócrata como afirman sus aduladores, el nuevo rey no dudaría en someterse al plebiscito popular. Si la monarquía es tan querida y admirada como proclaman los cortesanos que copan las redacciones de los principales periódicos del país ¿por qué no celebrar un referéndum en el que se exprese libremente el pueblo español sobre la monarquía y la república?
La proclamación de Felipe VI fue simplemente una operación de imagen, un intento de lavar la cara a una institución absolutamente deteriorada por los casos de corrupción que le afectaban y los oscuros negocios de la familia real. La oligarquía pretende organizar una segunda transición que le permita seguir disfrutando de su poder. Y para ello nada mejor que algunos cambios cosméticos en la Constitución de 1978 y unos nuevos reyes: Felipe y Letizia, la parejita feliz, con sus dos hijas, tan monas y tan educaditas.
La izquierda debe oponerse y denunciar las maniobras de la oligarquía para mantener un sistema político corrupto y un modelo económico que condena a la mayoría de los españoles al paro, la miseria y la desesperación. Solo hay una alternativa política para salir del desastre en que nos encontramos: la ruptura con el régimen monárquico. Frente al rey de la oligarquía, forjemos la unidad popular que nos permita proclamar la III República en España.
Cté Federal de Federación de Republicanos
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