Néstor Cenizo
El despacho de María Dolores Ramos es lo que se puede esperar que sea el despacho de una catedrática de Historia Contemporánea. Hay papeles y carpetas en cada rincón y pilas de libros en un aparente desorden que no es tal: los libros, donados por Iris Zavala, están amontonados siguiendo un criterio de género. Tres fotografías de Victoria Kent decoran las paredes. Son el homenaje a la ilustre jurista y política republicana «como malagueña, como penalista y como «feminista social»».
Estamos aquí porque Ramos es una de las mayores especialistas en Historia de Género de la universidad española y porque sus investigaciones han permitido explicar asuntos como la resistencia antifranquista a través de la memoria oral o el papel de las mujeres en la Segunda República. Entre la pila de libros aparece una recopilación de las historias de Ama Rosa, el exitoso serial radiofónico de los años 60: «Un serial como este dice mucho de la historia de las mentalidades, tradiciones, culturas, relaciones hombre-mujer, sacralización del matrimonio o las relaciones extramatrimoniales durante el franquismo».
Así se rescatan experiencias que de otra forma estarían condenadas al olvido. Por ejemplo, ella dirigió una investigación en El Perchel (llamado el Barrio Rojo de Málaga durante el franquismo) a finales de los 80. «Pudimos detectar que seguía persistiendo un miedo, que a lo mejor no era físico sino psicológico, procedente del franquismo y casi heredado de una generación a otra. Pero también había un sector que tenía necesidad de hablar, de contar, de que sus voces fueran reconocidas«.
Este tipo de investigaciones permiten reconstruir estrategias de resistencia a la dictadura que no aparecen en los documentos oficiales. Por ejemplo: los procesos de «socialización inversa» que muchos padres hacían con sus hijos, con las persianas cerradas y en bajito, cuando llegaba el 1 de mayo o el 14 de abril. A mediodía, «esos niños hacían fila y rompían filas con el Cara al Sol, cantaban elAngelus, existía la Santa Misión, se hicieron bautizos colectivos, las parejas que habían optado por el matrimonio civil tenían que formalizarse por matrimonio religioso…». A esta socialización formal de la dictadura respondían muchas familias con una socialización inversa, privada y de pura resistencia, que sólo pudieron rescatarse del olvido gracias a la memoria oral.
Ramos pone otro ejemplo con el papel de las mujeres como pequeñas estraperlistas que suministraban, junto al mercado de Atarazanas, un bien esencial del que carecían los dispensarios: la penicilina llegada de madrugada a las playas de Huelin o El Palo desde Gibraltar. Una red de porteras, vecinas y tenderas distribuían luego el antibiótico. De esto, que tanto recuerda a El Tercer Hombre, nada sabríamos hoy si la historia solo se hiciese con documentos oficiales.
Feminismo académico
Fuera de las aulas de Historia, Lola Ramos es conocida por sus aportaciones al feminismo en el mundo académico. Basta un vistazo a su inacabable bibliografía para concluir que pocos han dedicado mayor esfuerzo a la historia de las mujeres y los estudios de género. Entre decenas de referencias y asignaturas, añade otro mérito: la fundación del Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer. Es una historiadora en lucha por la igualdad. No es extraño que el Instituto Andaluz de la Mujer la reconociera con el premio Meridiana en 2016.
El caso es que a Ramos la pasión por la Historia le viene de lejos. Sonará a cliché, pero de niña ya sabía que quería ser historiadora. Cuando dejó Ronda y se marchó a Málaga encontró un hervidero y un aprendizaje paralelo. La historia y la política eran indisociables. «En quinto curso prácticamente no tuvimos clase: había asambleas, encierros, huelgas de profesores no numerarios…». Eran los tiempos en que los estudiantes marchaban en masa a Lisboa, a debatir en Rossio cómo los portugueses habían echado a Salazar. «Eso no lo podíamos tener en España», comenta. Por entonces, las manifestaciones para exigir una universidad en Málaga se hacían en la acera para no molestar al régimen.
Fue en ese contexto de agitación cuando conoció los escritos de Simone de Beauvoir, de Betty Friedan y a las autoras de la segunda ola del feminismo. «Ahí ya tuve muy claro que si investigaba sería importante introducir elementos de ruptura en el discurso histórico tradicional», recuerda. La «caída del caballo» llegó de casualidad. Mientras buceaba en papeles para su tesis encontró documentos sobre la llamada huelga de las faeneras, que era mucho más porque incorporó a obreras del sector textil, estuchistas, mujeres del servicio doméstico, amas de casa… «Es mucho más que una huelga de faeneras, pero por algún motivo se ha reducido».
Aquellos días de 1918 las mujeres abarrotaron las calles para pedir un pan más barato. Por su unanimidad y su capacidad de arrastre, es un episodio de empoderamiento femenino sin precedentes, y a Ramos le sirvió para tomar conciencia de la invisibilidad de las mujeres como sujeto histórico y objeto de estudio. Poco después, en pleno boom feminista, fundó el Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer, que desde 1988 ha incorporado a profesoras de disciplinas diversas a los estudios de género, en gran parte gracias a la «militancia».
«Muchas han tenido que hacer un doble currículum: el oficial y el de género», relata Ramos, que cree «el interés no ha decaído en estos años, pese a las coyunturas políticas. Lo que sí ha decaído según el gobierno es el apoyo que podamos tener».
Docente siempre con el foco en las mujeres, la profesora explica que la Historia de Género no es la Historia de las mujeres, sino «la Historia de las mujeres y la Historia de los hombres construida desde un nuevo punto de vista». En puridad, es «la Historia de las relaciones sociales entre mujeres y hombres». Por eso, cuando se analizan los procesos con perspectiva de género, cruzada con variables como la edad, la clase o la raza, el puzle de la Historia tal y como la conocemos se deshace.
Ramos pone un ejemplo: «Si en la Revolución Francesa introduces el factor género y las relaciones de poder desequilibradas no sólo entre clases y estamentos sociales, sino entre hombres y mujeres, el puzle cambia y no la puedes explicar igual». «¿Realmente la Revolución francesa es un tiempo de progreso para las mujeres? Pues no, porque no van a ser ciudadanas, ni siquiera las mujeres nobles».
Las primeras modernas españolas
Últimamente Ramos ha retomado su interés por las primeras mujeres modernas españolas: «Modernas porque son la primera generación de mujeres que sale de la universidad y trabajan en lo que han estudiado. No cuelgan el título en el salón como un elemento más para entrar en el mercado matrimonial». Casarse empezaba a dejar de ser indispensable para vivir y se ensayan fórmulas como el matrimonio a prueba o el compañero amoroso. Dicen adiós al sombrero y deciden que ya no necesitan de carabina para entrar a Chicote.
Entre ellas estaba Victoria Kent, cuyos tres retratos dominan el despacho. Uno de ellos es cercano, casi íntimo, y la muestra poco antes de partir a Madrid; el segundo recoge el día de su nombramiento como Directora General de Prisiones, desde donde reformó el sistema penitenciario hasta que la dejaron; la tercera foto está tomada en Nueva York y la recuerda con Louise Crane, compañera de vida en Estados Unidos.
Ramos también ha vuelto a trabajar en uno de sus temas preferidos, la literatura como fuente histórica, y dirige una investigación sobre el uso de la radio para la construcción del modelo hegemónico de feminidad en el franquismo. La catedrática no ha dejado de investigar porque cree que hay todavía muchos puntos de vista desconocidos. Como le gusta decir, «la Historia es un edificio que está en continua renovación».
Un libro recomendado:
María Dolores Ramos elige Historia de las mujeres en Occidente en el siglo XX, de Georges Duby y Michelle Perrot (Taurus). La edición española contiene una adenda que permite complementar la visión global con un apartado que relaciona Europa con España.
«Existen también de otras épocas, pero me he ido al XX, porque hemos hablado de procesos que se han desarrollado en el siglo XX», aclara la profesora. «Es una obra global que puede introducir a un lector no especializado en la historia de las mujeres «.
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