Jesús Bastante | eldiario.es
Salvo gran novedad, los restos de Francisco Franco reposarán en la cripta de la catedral de La Almudena una vez salgan del Valle de los Caídos. La Iglesia ha confirmado que la familia tiene comprada una tumba, entrando a la izquierda donde ya reposa su hija, y el decreto del Gobierno ha permitido a los Franco elegir el lugar de enterramiento. Los nietos del dictador han colado un gol al cardenal Osoro y a Sánchez y han elegido la catedral de Madrid para inhumar los restos, lo que puede convertir el centro turístico de la ciudad en un lugar de peregrinaje franquista.
El Gobierno apela al derecho canónico que rige dentro de la catedral de Madrid, por lo que no puede remediar la inhumación (la vicepresidenta ya dijo que el ejecutivo es responsable solo de la exhumación) y lanza la pelota a Osoro. Y la Iglesia apela a que la tumba es de los Franco, es visible, y no puede evitar la inhumación o proponer ningún traslado acogiéndose a ninguna norma legal. Los nietos del dictador, irritados con Pedro Sánchez y con la Iglesia española por permitir la exhumación del Valle de los Caídos, han dado la vuelta a lo que consideran una traición a su abuelo.
Como ya adelantó eldiario.es, los Franco cuentan en la cripta con una tumba, por la que pagaron 150.000 euros, que está nada más entrar a la izquierda, lo que convierte en casi imposible limitar la visita a esa parte. Tiene capacidad para entre cuatro y seis cuerpos, fue adquirida «a perpetuidad» por la hija del dictador en 1987 y donde Carmen Franco (fallecida en diciembre de 2017) está enterrada, junto con su marido, el marqués de Villaverde (que murió en 1998). Sobre la lápida no faltan nunca las flores y las cintas con los colores de la bandera de España.
En su escrito de alegaciones a la exhumación del dictador, los nietos de Franco apuntaron que, en caso de que sus recursos no prosperen y su abuelo sea sacado del Valle de los Caídos, su deseo era que fuera inhumado en ese lugar. Una acción que no contraviene ninguna ley pero que, en la práctica, supone enterrar al dictador a pocos metros del Palacio de Oriente, lo que ha desatado las alertas tanto en Moncloa como en la sede del Arzobispado de Madrid, que desea que eso no suceda pero que de momento no ve salida al problema.
El cardenal Osoro, quien junto al presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, tuvo un papel protagonista para que la abadía de Cuelgamuros no pusiera pegas a la salida de la momia del dictador, teme que los intentos de parte de la Iglesia española (la más cercana al Papa Francisco) por alejarse de cuestiones políticas se vayan al traste con un enterramiento que volvería a traer a la memoria el nacionalcatolicismo y los vínculos de la Iglesia con el franquismo.
Pero Osoro alega que no puede hacer nada. De un lado, se da por hecho que no puede impedir que la familia entierre al dictador en una tumba de su propiedad. Del otro, tampoco contempla cerrar la cripta al público, pues se trata de un recinto «con actividad parroquial», en la que hay 800 visitas al día que aportan un euro de donativo. «Si estuviera en una capilla, sí podría cerrarse, pero aquí es zona de paso», lamentan desde el arzobispado. Enterrarlo en otro sitio no visible aunque no sea la tumba de su propiedad o negarse a la inhumación como medida excepcional ya que se trata del dictador no entra en los planes de la Iglesia.
Oficialmente, desde la diócesis aseguran no haber recibido ningún tipo de comunicación, ni por parte de la familia ni por parte del Gobierno, respecto a la futura inhumación de Franco en la cripta. El cardenal Osoro, desde Roma (donde se encuentra hasta el 28 de octubre, participando del Sínodo de la Juventud), sigue el desarrollo de los acontecimientos y ha hablado del asunto con la Secretaría de Estado del Vaticano, que concluye -como la diócesis madrileña- que la Iglesia no puede oponerse a los deseos de la familia. Así se lo transmitirá, si el tema sale en el encuentro, el cardenal Parolin a la vicepresidenta Calvo en la reunión que mantendrán en el Vaticano el próximo 29 de octubre.
Según ha sabido eldiario.es, la Iglesia madrileña ya trabaja con varias hipótesis en el caso de que el enterramiento sea inevitable, como ya dan por hecho círculos eclesiásticos y gubernamentales. La primera de ellas, la menos viable en la actualidad pero la que preferiría el arzobispado, estaría en la ruptura de la ‘unanimidad’ en el seno de la familia Franco. Distintas fuentes apuntan a que alguno de los siete nietos del dictador podría no romper con la postura mayoritaria, y abogaría por evitar conflictos y enterrar al abuelo junto a su mujer, Carmen Polo, en el cementerio de Mingorrubio (El Pardo), gestionado por Patrimonio Nacional.
Esta posibilidad es la que la Iglesia esperaba que se diese de manera natural, pero los Franco «nos colaron un gol por toda la escuadra», subraya una de las personas que vivió de cerca la negociación para la salida de los restos del Valle de los Caídos. Si esto se produjera, el Ejecutivo podría aducir a la falta de consenso entre los familiares para ser quien decidiera el lugar de la sepultura. Algo que, a día de hoy, parece inviable, pero en lo que se afanan, discretamente, personas cercanas a varios de los nietos.
La segunda posibilidad, en el caso de que Franco finalmente llegara a La Almudena, es doble. En primer lugar, asegurar que la inhumación sería un acto privado, sin focos y con la única presencia de algún representante de la familia, de la Iglesia y, si así lo piden, de algún representante del Gobierno. En segundo lugar, el compromiso de la Iglesia de que en la cripta no se produzca ningún tipo de acto de enaltecimiento a la figura del dictador, en la medida de lo posible.
Para ello, el arzobispado podría comprometerse a elaborar, en coordinación con las autoridades públicas, un sistema de seguridad que impida la entrada en el templo de grandes grupos, de personas que portaran símbolos políticos o banderas y símbolos franquistas. Al tiempo, al tratarse de un lugar de recogimiento, oración y silencio, se impedirían cualquier tipo de cánticos o tumultos en el interior del templo. No podría impedirse, no obstante, que algún fiel quisiera arrodillarse y rezar por el alma del dictador o fotografiarse, o dejarle flores.
Otro problema sería la seguridad en el exterior, que no dependería de las autoridades eclesiásticas, sino, en su caso de la Policía Nacional o Municipal. «La Iglesia puede impedir que alguien grite ‘Viva Franco’ en la cripta, pero no que lo haga fuera. Ése es un problema de las Fuerzas de Seguridad» apunta a eldiario.es un experto en Derecho Canónico que está siguiendo de cerca los acontecimientos.
El arzobispado de Madrid reitera que la familia tiene derecho a enterrar a Franco allí y de momento parece que nada ni nadie lo va a impedir.
Fuente: www.eldiario.es
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