J Garín
El Ministerio del Interior pondrá en marcha un dispositivo de seguridad sin precedentes de cara a las próximas elecciones. Entre los aspectos que pretende cubrir se encuentra, tal y como publicó El País, el riesgo de “una posible campaña de desinformación para alterar la voluntad del votante durante las elecciones”. Para ello se ha creado una unidad compuesta por cien policías que tendrá entre sus tareas la detección de informaciones falsas.
La medida se hacía pública tan solo unos días después de que se cumpliesen 15 años de los atentados del 11M y las posteriores generales en las que el PP hizo todo lo posible por difundir una mentira que salvase su resultado electoral. Sin irnos tan atrás en el tiempo, un repaso a la información publicada en los últimos años se parece bastante a eso que ahora el Gobierno parece decidido a combatir: desde las informaciones falsas sobre Podemos al benévolo trato recibido por Ciudadanos, pasando por una crisis de legitimidad del bipartidismo resuelta en gran parte gracias a la preponderancia del periodismo de declaraciones y el tongo de las tertulias políticas pretendidamente plurales.
El interés actual por un problema ya existente se entiende mejor si nos fijamos en el descrédito posterior a la crisis de los partidos y medios de siempre. Estos encontraron una explicación cómoda que eludía sus responsabilidades y cuestionaba a la vez las grietas abiertas en su monopolio informativo: las malvadas redes sociales estaban engañando a la gente con eso que llamaron posverdad. El discurso ha terminado de calar en amplias capas de la sociedad con el término fake news, omnipresente en lo que llevamos de campaña.
Partiendo de esto se entiende el trazo grueso usado con frecuencia contra las mentiras de internet y las redes sociales. Se obvia cualquier distinción entre aquellas abiertas en las que la mentira, venga de donde venga, tiene las patas más cortas que nunca, y otras más cerradas en las que puede tener un calado mayor. En ese sentido si algo debería preocuparnos es lo que está ocurriendo en WhatsApp. Según comentaban los responsables de Maldito Bulo, dos tercios de las consultas que reciben son de bulos contra el feminismo y los inmigrantes. Desde el punto de vista electoral, esto remite directamente a Vox y a quienes pretenden frenar su sangría de votos copiando sus soflamas.
Pero si al partido de ultraderecha nos referimos, convendría echar un vistazo a la información de toda la vida para explicar su crecimiento. Según un estudio reciente, Vox es el partido más buscado en Google. Esto, además de cierta coincidencia ideológica, podría explicar sus continuas apariciones en prensa y televisión desde las andaluzas aunque también podría ser al revés. En cualquier caso, la normalización del discurso de la extrema derecha, plagado siempre de mentiras y medias verdades, está llegando a gran velocidad a través de los medios de toda la vida.
Difícil saber qué podría tener más peso, pero lo que sí parece evidente es que el dispositivo de Interior no revisará ni estos programas ni las declaraciones de los líderes de partidos especializados en mentir e intoxicar reproducidas a diario. La desinformación generalizada es, efectivamente, incompatible con una democracia que merezca tal nombre. Para combatirla es necesario no perder la perspectiva.
https://www.elsaltodiario.com/medios/elecciones-desinformadas
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