¿El “coronavirus”, arma de guerra?
¿Ha sufrido China, y con ella el resto del mundo, un insidioso ataque de guerra biológica?
¿Ha pasado EEUU en su ya larga confrontación con China de la guerra comercial a la biológica?
Si, usted, amable lector/a, me formulase directamente las tres preguntas (absolutamente relacionadas entre sí) que encabezan el presente trabajo, me vería obligado, por respeto a mí mismo, a contestárselas afirmativamente. Con matices, evidentemente, porque como yo de papa de la iglesia católica no tengo nada y debido a ello mis ideas y mi parlamento nunca estarán revestidos del aura divina de la “ex cátedra”, no tendría más remedio que revestir mi respuesta con un cálculo (muy personal) sobre su certeza dando a mis tres “síes” una probabilidad del 95% y dejando una pequeña puerta abierta a la esperanza de que mi escandalosa presunción de que estamos ante un criminal y secreto “golpe biológico” de Estados Unidos contra China, basada, desde luego, en los profundos conocimientos adquiridos en mis cuarenta años de servicio en el Ejército español así como en los amplios estudios de capacitación profesional como diplomado de Estado Mayor y, concretamente, en la especialidad de guerra NRBQ (guerra nuclear, radiológica, biológica, química), sea fruto más bien de un mal sueño o de algún soterrado deseo incontrolado de mi psique por querer cargarle al decadente imperio americano el sambenito de un nuevo crimen de Estado o de lesa humanidad.
Desgraciadamente, en el reciente devenir de la historia mundial nos encontramos con multitud de antecedentes que avalarían y demostrarían, con hechos probados, la barbarie del imperio yanqui y su participación, cuando no su protagonismo, en muchos y muy variados, peligrosos, cruentos y devastadores casos de violencia institucional, de ilegales acciones condenadas por el derecho internacional y de asesinatos masivos que han acabado convirtiendo a la otrora modélica democracia norteamericana en el más sangriento verdugo de la reciente historia de los siglos XX y XXI.
Y me voy a permitir rescatar algunos ejemplos de ello:
-bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki (200.000 víctimas)
– devastación de Vietnam (500.00 víctimas)
– invasión de Irak (100.000 víctimas civiles y 60.000 soldados de la Guardia Republicana iraquí asesinados en el campo de batalla con armas de destrucción masiva tras las descaradas mentiras de los más altos gerifaltes estadounidenses afirmando que Sadam Hussein disponía de armas atómicas
– invasión de Afganistán (más de 200.000 víctimas) como consecuencia de la larga y cruenta confrontación con los talibanes sobre la base de una hipotética colaboración con Bin Laden que nunca se demostró.
– bombardeo de la Libia de Gadafi el 15 de abril de en 1986 (la denominada “Operación El Dorado Canyon” que no logró su defenestración pero destruyó en gran parte la infraestructura militar del país norteafricano.
-la nueva guerra de Libia contra Gadafi auspiciada por EEUU y la OTAN que esta vez sí consiguió acabar con el “dictador de las huríes” pero que ha degenerado en una cruenta guerra civil que todavía se mantiene después de destrozar el país y dejar decenas de miles de muertos.
– invasión de Siria para satisfacer intereses económicos y políticos occidentales por medio de mercenarios y bandas instruidas y equipadas por el Ejército norteamericano, con su siniestra derivada de destrucción y muerte (más de medio millón de víctimas) tras una guerra que ya va para diez años.
– guerra larvada contra el Irán de los ayatolás acompañada de sanciones a numerosas naciones del mundo que estrangulan su economía y producen pobreza y desolación, amenazando una y otra vez con su poderosa fuerza militar
– y, por último, y sin querer ser exhaustivo con esta enumeración a bote pronto de las numerosas “hazañas” del moribundo imperio yanqui que, últimamente, oliendo el peligro del sorpasso por parte del nuevo imperio ruso-chino, está cometiendo absurdos y muy peligrosos palos de ciego tanto en el ámbito geopolítico como en el geoestratégico, económico y comercial, ahí tenemos su cantada (por ellos mismos) guerra comercial con China que han ido ampliando sin medida y sin razón a medio mundo, que ha devenido en un rotundo fracaso para EEUU y que ha podido estar, amigo lector/a, detrás del presunto ataque biológico a la gran potencia asiática que estamos tratando y que ha debido utilizar como desencadenante alguna cepa (los científicos chinos y del resto del mundo ya hablarán en su momento) del coronavirus humano (229E, OC 43, HCoV NL63, HKU1… ) o sea, algún agente “ad hoc” presuntamente nacido, construido, manipulado, “cargado” y hecho operativo en los muy secretos laboratorios de guerra biológica del Ejército estadounidense.
Pero, obviamente, no se trata, por lo menos no ha sido esa mi intención al comenzar a redactar el presente trabajo, de sacar a la luz pública con cierto regodeo malsano las vergüenzas genocidas y de lesa humanidad, que tendrían su epílogo en la ofensiva biológica del coronavirus anti chino, que esconde en sus alcantarillas institucionales el hasta hace poco venerado y en los últimos años odiado y vilipendiado pueblo estadounidense, sobre todo desde que ocupa el despacho oval de la Casa Blanca el tuitero y atípico presidente del “pelo amarillo” que si no lo echan pronto, que no lo van a hacer, puede desencadenar él solito la tercera guerra mundial, una confrontación global de “cuarta generación” (híbrida, psicológica, económica, tecnológica, comercial, cibernética, subordinada… sin descartar para nada la NRBQ en sus tres últimas versiones), que, como le voy a explicitar a continuación y es creencia generalizada entre muchos militares, expertos y estrategas de medio mundo, ya está en pleno desarrollo por lo menos en su primera fase o fase previa, más o menos incruenta y que, cuando menos lo esperemos, puede dar paso a su segunda tanda (guerra convencional avanzada “no nuclear”) de destrucción aún moderada y daños colaterales civiles asumibles y que ¡ojala! se pare ahí sin que ninguno de sus protagonistas de alto nivel (el perdedor de la fase anterior, presumiblemente y a día de hoy, el estadounidense cuyas FAS se han quedado totalmente obsoletas ante los espectaculares avances de rusos y chinos en el campo de las nuevas tecnologías hipersónicas en misiles estratégicos así como en aviones de quinta y sexta generación, submarinos y drones furtivos) ose apretar el botón de su maletín atómico.
Pues bien, una vez demostrado en los párrafos anteriores la maldad que subyace en la cúpula del poder de una nación tan poderosa como los Estados Unidos de Norteamérica y que no solo sería capaz de efectuar una agresión de tipo biológico contra China como la que estoy comentando en estos momentos, con daños muy espectaculares y mediáticos, es cierto, pero reducidos y neutralizables en el corto plazo aún a costa de muy graves perjuicios económicos, materiales, políticos, sociales, morales y de credibilidad para la gran nación asiática (de momento, el Estado chino ya se ha visto en la tesitura de tener que inyectar 165.000 millones de dólares en el sistema financiero, industrial y tecnológico propio como ayuda urgente ante el desplome incontrolado de sus bolsas…), sino de desencadenar una tercera guerra mundial si viera peligrar de verdad su liderazgo global, voy a intentar poner al lector/a al corriente de los apresurados análisis de situación y prospectivos que me han llevado a contestar afirmativamente , con cierta temeridad sin duda, las tres preguntas virtuales que yo mismo me hacía en el encabezamiento del presente artículo.
Estados Unidos y China están en guerra no declarada desde hace años, desde que la superpotencia asiática alcanzó un nivel de riqueza, de tecnología, de capacidad comercial y de negocio a nivel mundial que causó la alarma y el pánico incontrolado en la superpotencia norteamericana. Como apuntaba líneas atrás, esta guerra bilateral EEUU-China, de momento habría que clasificarla como de las llamadas por los propios expertos militares yanquis “de cuarta generación” o sea solapada, secreta, con acciones subordinadas a cargo de terceros contendientes, con multitud de frentes no convencionales y con daños irreversibles no muy cuantiosos e incluso difícilmente cuantificables. Cronológicamente estaríamos en la primera fase de esa guerra asimétrica, donde las armas de guerra convencionales y las de destrucción masiva no han hecho todavía acto de presencia. Pero este escenario de cuasi guerra, de paz armada, de guerra fría, de enfrentamiento solapado puede cambiar en cualquier momento. Veamos por qué:
En gran historiador y militar ateniense Tucícides, padre de la “historiografía científica” y de la llamada escuela de “realismo político” nos dejó una impresionante profecía a los humanos, fruto de su experiencia en la guerra del Peloponeso (siglo V a.c) :
“Cuando una gran imperio o potencia de primer nivel se siente amenazada por otra emergente que puede arrebatarle su liderazgo, la guerra entre ambas es inevitable”
Basándose en los análisis y estudios del famoso historiador, militar e investigador griego, el profesor norteamericano Grahan Allison, director del Centro Belfer de Ciencias y Asuntos Internacionales en la Kennedy School de Harvard (EEUU) ha publicado recientemente el libro titulado “Con destino a la guerra”, en el que se pregunta concretamente si su país, Estados Unidos, será capaz de sortear la por él denominada “Trampa de Tucícides” evitando ir a una guerra que preservara su liderazgo mundial ante el claro reto económico, militar y político de China. Y para contestarse a sí mismo y a los millones de compatriotas que presumiblemente leerían su trabajo, estudió con todo detalle cómo se solventaron históricamente en los últimos quinientos años dieciséis casos en los que una potencia dominante, un imperio, se vio en la tesitura de ir a la guerra contra un nuevo poder emergente que le retaba claramente y aspiraba a desbancarle de su poltrona. De esos dieciséis casos, al profesor de Harvard le salieron doce positivos (hubo guerra) y cuatro negativos (el poder afincado y el emergente llegaron a acuerdos que hicieron posible la paz) lo que en términos matemáticos arroja una probabilidad del 75% de que su patria, EEUU, vaya a la guerra total con China en el corto o medio plazo.
Al historiador que suscribe, no obstante, después de analizar y estudiar a fondo las peripecias investigadoras e históricas del señor Allison, la probabilidad del 75% de que su país se decida finalmente a parar los pies a su emergente enemigo con las armas en la mano se le queda francamente corta y no tiene más remedio que elevarla al 90% ya que el profesor yanqui, con todos los respetos, ha cometido en sus apreciaciones históricas y, sobre todo estratégicas, algunos errores de bulto comprensibles ya que hablar de guerras, actuales o por venir, sin ser un militar profesional y, además, aficionado y estudioso de la historia, tiene sus riesgos. Y es que en los cuatro casos negativos en los que según Allison los dirigentes de las dos potencias contrincantes acabaron tomándose un café y dándose algún abrazo que otro, primaron unas circunstancias muy especiales que neutralizaron completamente las ansias guerreras de ambos.
Y voy a citar solo uno porque no hay tiempo para más: La guerra fría que se desató en el mundo tras la II Guerra Mundial y que duró casi toda la mitad del siglo XX no acabó en una terrorífica confrontación mundial, como hubiera asegurado el historiador Tucícides si le hubieran preguntado en los años cincuenta del pasado siglo, por la sencilla razón de que a los altos jerarcas de EEUU y la URSS durante todos esos años no les quedó más remedio que abrazar contra su voluntad la denominada estrategia MAD (Destrucción Mutua Asegurada) ya que, efectivamente, cualquiera de las dos superpotencias ganadoras de la II Guerra Mundial podía con sus armas termonucleares barrer de este mundo a toda la estructura civil enemiga pero con la contrapartida de que ésta, simplemente con el 20% de sus propios arsenales que según todas las previsiones habrían quedado intactos, estaría en condiciones de devolver la pelota al 100% al suicida atacante. Por otra parte, el profesor yanqui también se equivoca cuando habla solo de China como enemigo a batir por Estados Unidos cuando a día de hoy, y por bastantes años, es la Rusia de Putin la primera potencia militar del planeta. El cacareado poder castrense norteamericano basado en sus monstruosos portaaviones de 100.000 toneladas y en sus misiles crucero subsónicos se ha quedado en nada con la aparición de los nuevos misiles hipersónicas rusos tipo Samart (Satan II), Avangard y Kinzhal y los aviones furtivos Su-27, SU-35 y SU-57 de quinta y sexta generación, que han convertido a esos fastuosos barcos orgullo todavía de la Armada yanqui en pura chatarra a flote que podrían ser destruidos en su totalidad en los primeros minutos de un conflicto global.
Termino, amigo lector/a, haciéndome otra pregunta capciosa que puede resumir todo mi anterior parlamento:
¿Estamos, ante este flagrante y presunto ataque a China a través del agente coronavirus, en un nuevo apartado de la primera fase de una nueva guerra mundial de acuerdo a las enseñanzas del historiador Tucícides?
Pues, lo siento, pero tengo que contestar de nuevo que sí aunque a día de hoy estoy completamente seguro de que no será nuclear pues ahora la MAD (Destrucción Mutua Asegurada) ya no existe y uno de los dos bandos (de momento, el oriental) es capaz de poner él solito contra las cuerdas al otrora orgulloso imperio de las barras y las estrellas. Que se ha convertido, todo hay que decirlo, en algo francamente indeseable a nivel mundial.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor e historiador.
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