La huida del “emérito”, una expulsión en toda regla pactada entre Felipe VI y el Gobierno y aceptada in extremis por Juan Carlos de Borbón a cambio de ciertas contrapartidas que tendrían que ver con su futura impunidad ante posibles acciones judiciales (un error estratégico y político de primer nivel del actual monarca que no ha sabido enfrentarse al Ejecutivo con la suficiente valentía y determinación y que deja a la monarquía española sola y contra las cuerdas) abre, sin ninguna duda, la puerta de par en par para el pronto advenimiento de la III República.
Juan Carlos I, prácticamente todos los ciudadanos españoles estamos al tanto y el historiador que suscribe lo ha publicado en numerosos trabajos y puesto repetidas veces en conocimiento de los más altos organismos del Estado, es todo un delincuente integral, un indeseable, un felón que se ha aprovechado durante casi cuarenta años de la poltrona institucional (…a título de rey) que le regaló Franco. Pero los presuntos delitos por lo que en estos momentos está siendo investigado en España y el extranjero, de naturaleza económica, fraudulenta y fiscal, son sólo el chocolate del loro si repasamos el panorama delictivo personal al que debería hacer frente si este país fuera realmente una democracia parlamentaria con sus tres poderes verdaderamente independientes. De dicho currículo presuntamente delictivo de alto nivel sobresalen gravísimos hechos relativos al golpismo, el terrorismo, la alta traición, el abuso de poder, la corrupción generalizada, la utilización de altas instituciones del Estado como el CESID o el CNI para sus chanchullos políticos y económicos, la promiscuidad sexual pagada con millones de euros de los fondos reservados…etc, etc, dejando aparte, porque nunca ha sido juzgado ni investigado por presiones de la dictadura franquista y la propia casa real, el despreciable homicidio cometido en su juventud (18 años) al dar muerte con su pistola a su hermano Alfonso de Borbón, siendo un profesional de las Fuerzas Armadas españolas, sin presentarse siquiera ante las autoridades pertinentes para asumir las responsabilidades a que hubiera lugar.
Este hombre, este ex rey de baja estofa moral, este canalla, desde luego tenía que acabar mal, muy mal, y en estos momentos inicia su particular vía crucis, un pedregoso camino hacia el infierno personal, político e histórico. Pero su huida pactada, su exfiltración política, su mutis por el foro, va a tener mucha más importancia que la quieren ver sus sicarios, sus pelotas, sus palmeros, los escasos monárquicos que en este país y en pleno siglo XXI añoran todavía el absolutismo regio, el poder de la sangre, la continuidad de una institución que allá donde todavía permanece enquistada histórica y geográficamente revela a todas horas su inanidad, su estupidez, su excentricidad, su extemporaneidad, su anómala relación con unos vasallos que apenas pueden recibir de sus uniformados máximos representantes otra cosa que sus estrafalarios y ridículos saludos con la manita derecha en alto.
La importancia de esta huida del Borbón de marras de esta desgraciada España de hoy es máxima a todas luces digan lo que digan los corifeos mediáticos de un régimen que se desmorona a toda velocidad. Desaparece así la última “línea Maginot” que todavía protegía la indefensa monarquía felipista, no del ataque de los monárquicos españoles que durante décadas hemos dado muestra de honestidad y templanza a pesar del ninguneo y la persecución que hemos sufrido de un régimen postfranquista coronado anclado en la corrupción y en el abuso de poder… sino del propio poder del Estado en ruinas en el que nos desenvolvemos en estos momentos, del egoísmo autoritario de un Gobierno endiosado, débil, cuestionado, en minoría, que debe pactar a diario y pagar con generosidad a todo aquél que puede echarle una mano para seguir en el machito.
Felipe de Borbón, el pagano de todo este jaleo monárquico que llevamos meses soportando y que acaba de estallar ¡en agosto, cómo no! se queda sólo ante el peligro (su peligro), lo que, sin duda, es una muy buena noticia para los republicanos españoles, para aquellos ciudadanos honestos y responsables que creemos que la mejor forma de Estado, la mejor fórmula para convivir en paz, en verdadera democracia, en un régimen político de derecho que proteja y garantice sus libertades y su bienestar, es sin duda el republicano “LA REPÚBLICA”. Y por ella vamos a luchar con determinación, entusiasmo y valor.
Y esto desde luego esto no termina aquí, acaba de empezar. Y para empezar me permito asumir por unos segundos el hipotético pensamiento de millones de republicanos españoles, poniendo negro sobre blanco lo siguiente:
- Juan Carlos de Borbón debe asumir todas y cada una de las responsabilidades por los presuntos delitos cometidos en su largo reinado. Todas, incluidas las políticas, militares y sociales.
- Su destino futuro no puede ser el de un afamado resort o un elitista retiro multimillonario. Debe ser juzgado y pagar en la prisión lo que la justicia decida. Los republicanos españoles no pararemos hasta conseguirlo.
- Y para salir del embrollo institucional y de pervivencia del llamado régimen del 78 que se muere, es urgente que el poder del Estado llame a referéndum a todos españoles para que sea la ciudadanía la que por fin (no pudo hacerlo en 1978) se decante por la forma futura del Estado español: MONARQUÍA O REPÚBLICA.
Si ese referéndum no llega pronto, antes incluso de que acabe este mismo año, los republicanos nos echaremos a la calle. Con toda seguridad y con total determinación.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor e historiador.
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