Según la portavoz nazi de la concentración que el pasado sábado, 13 de febrero, homenajeó en Madrid a la fascista y nazi División Azul franquista, los problemas de la humanidad se reducen a ese: “El judío es el culpable”.
Por eso la portavoz nazi está de acuerdo con que fuera asesinada “Emilia, que tenía tres años”, puesto que a los nazis les parece clara la necesidad histórica de mandar a las cámaras de gas a los niños judíos… Emilia, como nos cuenta el superviviente Primo Levi, fue trasladada al campo de Auschwitz en un tren de carga junto a otras seiscientas personas, la mayoría de las cuales fueron asesinadas al día siguiente en las cámaras de gas. Su mismo atroz final sufrieron millones de europeos, miles de españoles, un centenar de albaceteños.
Las proclamas de ese despreciable grupo nazi, cuyos líderes son corresponsables de la mayor matanza en la historia de la humanidad, se deben a una mezcla de ignorancia y odio, transformada deliberadamente en intolerancia activamente violenta. Hitler lo expresa así en su libro Mi lucha: “La grandeza de una organización activa que constituya la personificación de una idea, reside en el espíritu de religioso fanatismo e intolerancia con que ataca a todas las demás, fanáticamente convencida de que solo ella está en lo cierto”. .
Si alguien quiere profundizar más en el abismo infernal que explica las razones del mal absoluto, que lea Mi lucha, pero que acompañe la lectura del testimonio desgarrador de Primo Levi y de los análisis de los historiadores Norman Cohn, Peter Frizsche y tantos otros. Quien no tenga tiempo, que se detenga en una escena de la película “Vencedores o vencidos”: la escena en la que la película, en mitad de los juicios de Nüremberg, utiliza fragmentos de las imágenes originales grabadas en Bergen-Belsen, el campo donde murió Ana Frank, y en las que se muestra cómo los soldados aliados tuvieron que emplear excavadoras para poder dar sepultura a los miles de cadáveres que los nazis dejaron tras de sí… cuando uno ve esas imágenes y piensa en el acto celebrado en Madrid, siente una mezcla de repulsión y de determinación de no callar nunca ante las inhumanas patrañas nazis.
La ignorancia puede tener cura, el odio debe probar el bálsamo de la empatía, la estupidez quizá tiene un remedio más complicado… pero, mientras tanto, la democracia española debe aplicar las normas que nos permiten convivir en paz, y la justicia española debe actuar con rapidez y condenar y, si se considera necesario, llevar a la cárcel a quienes defienden de palabra el exterminio de millones de inocentes, Emilia incluida. Nuestro recuerdo está con las víctimas, pero nuestro respeto por ellas exige que no permitamos nunca que se les mancille.
¿Llegado el caso un pelotón de soldados salvará a la Constitución (y a los españoles)? El Estado Mayor ya ha…