Víctor Arrogante
Ya he tratado este tema hace años, pero me ha venido a la mente el tango y quiero recordar aquel espíritu que vino de Francia. Viene a cuento para continuar reflexionando sobre lo que significó la Transición2.0 (21),por un Proceso Constituyente sobre lo que escribía la semana pasada. «Volver… con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien… Sentir… Vivir…», que canta el tango, así como recordar Suresnes y su espíritu; que si veinte no son nada, cuarenta y siete son una vida.
En 1974 el régimen de Franco agonizaba y la oposición democrática se preparaba para acceder a las instituciones. La alternativa pasaba por reforma o ruptura. Luego, la mayoría de quienes propugnaban la ruptura, reformaron y los de la reforma, con el tiempo, anhelamos la ruptura. La muerte del dictador se percibía como próxima y los cambios sociales y económicos producidos en los años del desarrollo, facilitaron las actividades de la oposición.
El movimiento obrero, organizado en torno a las CCOO del PCE y con una UGT muy castigada por la represión franquista, se pasó de las reivindicaciones laborales a la concienciación política de la clase trabajadora. Mientras, Portugal desembocaba en la ‘Revolución de los claveles’. El nacionalismo se reforzaba en Cataluña y en el País Vasco, con los influyentes Convergència, Unió y el PNV. El Movimiento de Liberación Nacional Vasco y ETA era protagonista de la lucha armada, muy crecida por el éxito del asesinato del presidente del gobierno Carrero. El gobierno cada vez más débil y todos tomando posiciones ante la Transición que amanecía.
En estas y algunas otras cosas más se estaba, cuando el Partido Socialista Obrero Español y la muy castigada Unión General de Trabajadores, comienzan a tener mayor protagonismo. Cuarenta y siete años han pasado, desde que entre los días 11 al 13 de octubre de 1974, se celebró el Congreso bajo e lema ¡Por el socialismo! ¡Por la libertad! Suresnes, pequeña localidad cercana a París, adquirió un protagonismo histórico, por el cambió de orientación política e ideológica y la toma del poder del «grupo de los sevillanos» y los vascos, jóvenes dirigentes del interior, que se hacen con el poder socialista. Más de la mitad de la población de hoy, no había nacido en 1974 y en 1992 todavía no tenían mayoría de edad. El PSOE contó con el espaldarazo internacional, dado por Willy Brandt, François Mitterrand y Bruno Pittermann, presidente entonces de la Internacional Socialista.
Ya en el Congreso de Toulouse, agosto de 1972, se había abordado la renovación, venciendo la tesis renovadora del interior sobre las del exilio, que encabezada por Rodolfo Llopis. Al no aceptar su destitución, provocó la ruptura en dos partidos: el PSOE Renovado y el PSOE Histórico. En Suresnes, a través del comité de redacción de El Socialista, la Comisión Ejecutiva había informado de las que deberían ser las líneas de los debates, relatan los hermanos Martínez Cobos, en su Intrahistoria del PSOE.
La historia del PSOE es larga y rica en debates sobre ideas, estrategias y objetivos. En Suresnes comenzó otro cambio de orientación política e ideológica. Se acordó adaptar la idea y la acción a la lucha por la democracia y las libertades desde el interior. En el XXVIII Congreso (1979) con el lema Construir en libertad, con aquel «hay que ser socialistas antes que marxistas» de Felipe González, continuó la revisión ideológica. Nueva imagen, nuevos métodos, nuevas formas de acción y abandono de algunos objetivos históricos, a petición de intereses internacionales. Fue durante la llamada Transición a la democracia, cuando se volvió a perder algún que otro principio ideológico y seña de identidad. Ahora, sin república y con monarquía.
Toda la oposición promovía la ruptura democrática, con el fin de restablecer un régimen de libertades, siguiendo el modelo occidental europeo. La Resolución de Suresnes establecía un programa concreto: libertad de todos los presos políticos y sindicales; devolución de todos los derechos, a las personas desposeídas por sus actuaciones políticas y sindicales contra la dictadura; disolución de todas las instituciones represivas; reconocimiento y protección de las libertades mediante: libertad de partidos políticos, libertad sindical, libertad de reunión y expresión, derecho de huelga y manifestación, restitución del patrimonio expoliado a las organizaciones políticas y sindicales suprimidas por la dictadura, convocatoria de elecciones libres a fin de que el pueblo manifieste soberanamente su voluntad y el reconocimiento del derecho de autodeterminación de todas las nacionalidades ibéricas.
El PSOE de Suresnes aprobó otra resolución que marcaba su posición respecto al problema nacional y la configuración territorial del estado. Claramente se defendía el pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación, que comportaba la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de los pueblos que integran el Estado español. De otra parte el PSOE se pronunciaba por la constitución de una República Federal de las nacionalidades que integran el Estado, por considerar que esa estructura permitía el pleno reconocimiento de las peculiaridades de cada nacionalidad y su autogobierno a la vez que salvaguarda la unidad de la clase trabajadora de los diversos pueblos. ¡Qué tiempos!, hoy parecen ensoñaciones, por lo que ha llovido y por la pérdida de las frustradas esperanzas.
La renovación del partido era inevitable. Acercar la organización a España imprescindible y la necesidad de un nuevo liderazgo resultaba evidente. «Yo me ocupo de UGT y tú del partido», dicen que dijo Nicolás Redondo, «no me jodas”, respondió el sevillano. El acuerdo fue el reparto del poder: (Isidoro), Felipe González dirigiría el partido, (Juan) Nicolás, el sindicato y posteriormente de presidente (Pablo), Ramón Rubial, quién junto con la federación madrileña, se había opuesto a ese reparto.
Tres etapas, tres PSOE. Todos ellos necesarios, pero perdiendo identidad de forma paulatina. Principios que deberían ser inalterables −digo inalterables−, presentes en el socialismo español, fundado hace 142 años, segundo partido obrero que se creó en el mundo. Porque el tiempo ha transcurrido, pero las condiciones sociales de la clase trabajadora y de los humildes están en retroceso, el poder político y económico sigue estando en las manos de los de entonces, con una corrupción institucional, política y económica en crecimiento, junto con el avance de las desigualdades sociales.
En estos tiempos de adelantos y retrocesos, han empeorado las condiciones de jubilación y cuantía de las pensiones; las relaciones y condiciones esenciales del trabajo están en manos de la patronal, bajo la amenaza de despido barato; se han reducido o eliminado las prestaciones a los dependientes; se disminuye la atención sanitaria pública y aumenta el pago de medicamentos y servicios hospitalarios; disminuye el número de profesores y se privatiza educación publica; aumentan los impuestos indirectos, los que pagamos todos por igual y se protege a quienes defraudan; disminuye el empleo y los salarios públicos; se salva a la banca, causante de las crisis financieras y se salvaguarda el pago de la deuda. Hay más desigualdad, menos justicia social y se criminalizan las protestas. ¿Cuáles de aquellas reivindicaciones han quedado obsoletas?
La línea ideológica del PSOE ha evolucionado y no siempre hacia delante, pero no todo ha estado mal hecho. En otros momentos propugnó la revolución social. Se han producido retrocesos significativos, alejándose de la realidad social y de las necesidades de la gente. Hay que retomar algunas viejas ideas y formas de acción abandonadas, actualizadas a la nueva realidad y construir el futuro en igualdad, solidaridad y justicia social. Todo ha cambiado, dejándose en el camino objetivos y definiciones como los de clase, masas, democrático; el marxismo y la república.
Hace cuarenta y dos años, el PSOE se definía «por un método dialéctico de transición al socialismo», en combinación con la lucha parlamentaria, la movilización popular en todas las formas, creando «órganos democráticos de poder de base», como cooperativas y asociaciones de vecinos, buscando la profundización del concepto de democracia «superando el carácter formal que las libertades políticas tienen en el estado capitalista, accediendo a las libertades reales», señalando las reivindicaciones de cada momento, «con la perspectiva de una revolución socialista». No podía existir libertad sin socialismo ni socialismo sin libertad. ¿Qué tiempos! ¡Qué cambios!, sin socialismo y con libertad limitada; por mucho que la reivindique hoy Díaz Ayuso.
Entre el tiempo transcurrido, los sucesos acontecidos y los que fueron compañeros y viejos amigos que se han quedado en el camino, mantengo la idea sin formar parte del partido desde hace años. Contrario al tango de Gardel no «han matado mi vieja ilusión» y «guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón.
Los socialistas decidieron cambiar modelo organizativo, fines y objetivos, para adaptarlos a los tiempos. Lo han seguido haciendo en cada ocasión que se ha presentado. Los socialistas, junto con las otras fuerzas de la izquierda deberían liderar la rebelión ciudadana por los derechos, por el empleo, la defensa de lo público, el derecho a la vivienda, la igualdad social, la justicia y la no discriminación.
Víctor Arrogante, profesor y analista político.
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