Víctor Arrogante.
Esto no tiene arreglo; decirlo a estas alturas de la historia, cuanto menos muestra mi ingenuidad y no dice nada en mi favor. De nuevo un enfrentamiento, un choque de Oriente contra Occidente, los talibanes contra la humanidad. La razón, contra la sinrazón religiosa radical. Todo, cuando no nos hemos recuperado de aquella Guerra Fría, la Unión Soviética contra el mundo, de la que todavía tenemos constancia de conflictos; del comunismo frente a la democracia, que siguen diciendo algunos.
Alemania del régimen nazi de Adolf Hitler perdió la guerra contra los Aliados. En este bando vencedor, dos potencias se disputaban el liderazgo: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En 1949, Estados Unidos y sus aliados unieron esfuerzos a través del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), mientras que los estados bajo la influencia de la Unión Soviética firmaron el Pacto de Varsovia en 1955. Durante décadas, estadounidenses y soviéticos compitieron por extender su influencia en muchos ámbitos y en esas siguen: fabricación de armamento, competiciones deportivas, acuerdos comerciales, o exploración espacial. Todo por demostrar que su sistema es mejor. Por suerte, su rivalidad nunca llegó a estallar en una guerra nuclear, por eso a este enfrentamiento se le llama Guerra Fría.
En estos días, la caída de Kabul implica la derrota de los Estados Unidos, así como la de sus aliados de la OTAN; también el fracaso de Occidente, no por intentar establecer la paz, sino por pretender imponer la democratización en Afganistán, frente a la Unión Soviética, que apoyaba al gobierno de la República Democrática. EEUU asistió a los militantes islámicos, para enfrentar a las fuerzas rusas. En 1994 surge el movimiento Talibán, en 1996 se crea el Emirato Islámico de Afganistán, hasta la intervención de los EEUU, tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas en 2001 por Al-Qaeda.
El triunfo Talibán representa el fin del experimento de intentar democratizar un país dividido por antagonismos tribales y donde la fuerza del islamismo está enraizado en la cultura popular, en particular en las zonas rurales donde reside el 80% de la población. Los intentos de establecer un gobierno con un presidente y parlamento elegidos por el voto popular no fueron suficientes para convencer a los afganos de las ventajas de la democracia. Los ideales liberales que pregona Estados Unidos no constituyen en ese contexto un incentivo suficiente.
La democracia en Occidente surgió después de un largo proceso de confrontación de ideas, donde la razón confrontó con las fuerzas irracionales de la Iglesia. Cuando esas ideas fueron reclamadas por la mayoría fue posible el cambio de régimen político y la valorización de la libertad, los derechos humanos y las aspiraciones de igualdad, que si bien hoy forman parte del acervo occidental, son todavía rechazadas en vastas partes del mundo. Con el triunfo de los talibanes, el pueblo afgano volverá a estar sometido a la opresión religiosa, donde la única opción será aceptar el sometimiento, el destierro, la prisión o la muerte. Una vez más Occidente sobreestimó su mensaje imponiéndolo pensando que era universal.
Pese a las historia, poco se ha aprendido. Soy hijo de la guerra fría, nací en el año 1949 y pese a mi vida luchando por la igualdad, la justicia social, la solidaridad y la democracia, mis fuerzas están resentidas y mi ánimo va perdiendo la esperanza de que todo vaya por otros derroteros. Me voy a referir a aquellos tiempos que recuerdo, a la conocida Guerra Fría. La Gran Alianza que había permitido derrotar a los fascismos europeos y al expansionismo japonés. La Guerra Fría, no es sino la larga y abierta rivalidad que enfrentó a EEUU y la Unión Soviética y sus respectivos aliados. Este conflicto fue la clave de las relaciones internacionales mundiales durante casi medio siglo y se libró en los frentes políticos, económicos, propagandístico y militar.
Berlín, la antigua capital del Reich, había sido dividida en cuatro zonas de ocupación y se hallaba situada en el corazón de la zona soviética. Las crecientes discrepancias entre los antiguos aliados hicieron de la cuestión de Berlín uno de los temas clave de la Guerra Fría. La crisis de Berlín creó un sentimiento de solidaridad entre los alemanes occidentales y los norteamericanos. En las tres zonas occidentales se constituyó la República Federal de Alemania que se dotó de una Ley Fundamental el 8 de mayo de 1949. Esta constitución establecía un sistema liberal democrático. La URSS reaccionó en octubre con el establecimiento en su zona de ocupación de la República Democrática de Alemania, un estado creado siguiendo el modelo de las «democracias populares». Unos años más tarde, creó una organización militar que englobaba a todos los países comunistas a la que denominó el Pacto de Varsovia. «Un telón de acero dividía Europa en dos bloques opuestos» (Churchill).
Dos concepciones opuestas del desarrollo, dos tipos de sociedad diferentes y extraños entre sí, y dos sistemas económicos antagónicos, los dos grandes bloques evolucionaron a lo largo de los años cincuenta de muy distinta manera: En Occidente y Japón se conseguía un ritmo de crecimiento constante, así como una agitada y cambiante evolución política, respetando los principios democráticos y con un cierto grado de semejanza entre unos países y otros. En los países comunistas, se fortalecía la unión interna, el control social y se levantaban sociedades industriales en algunos países que no tenían una mínima tradición industrial.
La Guerra Fría terminó con el desmoronamiento de la Unión Soviética. Las reformas de Mijail Gorbachov, que liberalizó la economía y concedió mayores libertades políticas, acabaron por generar una crisis mortal en la URSS. Su disolución, en 1991, tuvo como principal consecuencia el predominio de Estados Unidos como única potencia mundial y la OTAN convertida en una organización mucho más amplia, en la que se fueron incorporado antiguos países de la esfera soviética.
La escalada militar de ambos países dejó un mundo plagado de cabezas nucleares, un peligro de autodestrucción que la raza humana llevará siempre consigo desde entonces. En el pasado quedaban innumerables guerras subsidiarias, patrocinadas por ambas potencias en terceros países como Corea, Vietnam o Afganistán, que provocaron miles de muertos y generaron problemas políticos aún sin resolver
Alguna de las consecuencias de la Guerra Fría fueron la polarización del mundo en dos bandos, el procomunista y el anticomunista; la acumulación de armas en los países satélites, que después de la finalización de la Guerra Fría se redirigieron a movimientos paramilitares; se consolidó el dominio soviético sobre los países de Europa oriental y la injerencia de EEUU en la política interna de otros países de su esfera.
Estados Unidos y la URSS han rivalizado por imponer su modelo social, político y económico al resto del mundo: el capitalismo –liderado por los EEUU–, que propone un modelo político y económico en el que propiedad privada y empresas juegan un papel muy importante. A la hora de crear riqueza, un gobierno capitalista prioriza las iniciativas privadas antes que fortalecer los servicios públicos. Por el contrario, el comunismo soviético daba prioridad a las políticas y servicios sociales promovidos por el gobierno. En un país comunista, el gobierno es propietario de los recursos públicos (producción de las fábricas, servicios sanitarios, educación) para distribuirlos entre la sociedad. La antigua URSS instauró el sistema comunista en sus territorios, como Rusia, pero también lo exportó a países como China, Cuba o Venezuela. Por su parte, los Estados Unidos han exportado el sistema capitalista a la mayoría de países occidentales. También han tratado de influir de forma ilícita en el gobierno de países extranjeros apoyando varios golpes de estado.
La división del mundo en dos bloques se mantiene en la actualidad entre gobiernos con ideologías muy diferentes. En ese sentido, Estados Unidos mantiene su pulso particular con países comunistas como Cuba, el régimen de Corea del Norte o el gobierno comunista chino. Por otro lado, Rusia, el país más importante de la antigua URSS, sigue rivalizando con Estados Unidos para extender su influencia a nivel global. Ambos gobiernos quieren mantener su autoridad y, para conseguirlo, se posicionan en conflictos internacionales. Uno de los últimos ejemplos es la guerra de Siria: Rusia se alió con el régimen sirio de Bashar el Asad, mientras que Estados Unidos apoyó a rebeldes sirios y kurdos. Hasta ahora Estados Unidos era el país más poderoso en esta región de Oriente Medio pero, tras la retirada de las tropas estadounidenses, el presidente Vladimir Putin quiere hacer de mediador en el conflicto para ganar autoridad a nivel internacional.
La retirada de las tropas de Biden de Afganistán abre la puerta a los mayores rivales de Washington para ampliar su influencia. Los ganadores de la vuelta de los talibanes son China, Pakistán y Rusia que aumentarán su influencia internacional. Los tres países han sido los más dispuestos a entrar en contacto con las autoridades talibanes tras la retirada de las tropas occidentales. Todo está por ver. Pero se avecinan malos tiempos para la población afgana, especialmente para las mujeres y niñas.
Alguna consecuencia buena tenía que aportar la Guerra Fría: favoreció la aparición de movimientos antibelicistas y antinucleares internacionales.
Hoy hay que promover la movilización contra la toma de Afganistán por los talibanes y en favor de los derechos humanos; y contra los que han favorecido su regreso, cuando no promovido su victoria, exigiendo toda la verdad que no la conocemos.
Víctor Arrogante, profesor y analista político.
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