El pasado lunes 19 de septiembre, mientras en Londres se celebraba con todo tipo de pompa y circunstancia el hiperbólico funeral de Isabel II, en un lugar de La Mancha moría humildemente, calladamente, con casi 101 años, el gran Ezequiel San José.
¿Que quién era Ezequiel San José? Muy sencillo: era todo lo que no quieren que seamos. Nos quieren desideologizados, individualistas, ensimismados, mansos, acomodaticios, insolidarios. Pues bien, él fue desde que tuvo uso de razón todo lo contrario. Se inició en la actividad político-social durante la República, como afiliado a la UGT. Durante la guerra se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas, y, siendo apenas un chaval, falsificó unos “papelotes” y marchó a Madrid a luchar contra el fascismo, que es lo que por aquel entonces hacían las personas decentes: combatir el fascismo. Participó en diversos intentos de reconstrucción de una célula comunista en Albacete, y posteriormente siguió trabajando clandestinamente en Madrid para el Partido. Por ello fue torturado en diversas ocasiones y, acusado por el franquismo de “actividades políticas contra la seguridad del estado”, pasó catorce años de su vida en la cárcel. ¡Catorce años entre rejas! Eso es militancia, y no darle a un like en Facebook.
Llegada la “democracia” actual, esa cosa que pactaron las élites al morir Franco para cambiarlo todo sin cambiar lo fundamental, Ezequiel siguió bregando por la clase obrera, por los de abajo, por los más desfavorecidos. Y nunca se rindió. No se cambió de chaqueta. No giró por ninguna puerta económica o política para trepar a ningún cargo. Permaneció siempre fiel a su militancia comunista y a sus responsabilidades como militante. Fue miembro activo del Consejo Local de Izquierda Unida hasta que sus fuerzas se lo permitieron. En 2016 aún pudimos verlo, con sus 95 años, votando orgullosamente la candidatura de lo que por entonces era Unidos Podemos. Como buen marxista, era una persona anti dogmática que siempre defendió la necesidad de aproximarse a otras fuerzas progresistas para avanzar en la construcción de un mundo mejor.
Afortunadamente, Ezequiel era un hombre de memoria fecunda y escribió mucho. El Instituto de Estudios Albacetenses publicó en 2003 una especie de memorias suyas tituladas De la República, la Guerra, la Represión, la Resistencia… Recuerdos y notas personales. Recomendamos vehementemente su lectura. Debería leerse en los institutos, por ejemplo, para que los chavales entiendan que los derechos de los que ahora disfrutan ni han caído como brevas del cielo ni son concesiones de los poderosos. Sus páginas constituyen todo un alegato a favor de la esperanza: “Mientras perdure la injusticia acabarán surgiendo instrumentos para crear una sociedad mejor”, afirma, y aunque “la lucha es difícil y costosa, si no luchamos nuestra vida no tiene sentido”. Claro, vivir sin luchar es lo más parecido a la esclavitud.
A pesar de todos los padecimientos y sacrificios que narra en dicha obra, Ezequiel nunca se regodeó en el pasado, sino que su gran preocupación siempre fue el futuro. Cuando en 2009 el Consejo Municipal de Mayores de Albacete le rindió homenaje como “infatigable luchador por la democracia, la justicia y la libertad”, él, en primer lugar, insistió en que el reconocimiento que se le realizaba era en realidad el agradecimiento a toda una generación de hombres y mujeres que lucharon contra el franquismo, incluidos aquellos que siguen enterrados en las cunetas, pero acto seguido pasó a hablar de la indignidad de un sistema que permite y propicia que los altos directivos ganen millones de euros mientras los trabajadores padecen las crisis que ésos mismos directivos han provocado. Y nunca miró al pasado con rencor, cuando tenía sobrados motivos para hacerlo. Incluso en los peores tiempos de franquismo, Ezequiel, como el resto de militantes comunistas, defendió la necesidad de la Reconciliación Nacional entre todos los españoles, una idea que Franco consideró de nuevo subversiva pues suponía que todos los españoles, en paz entre ellos, debían tener también los mismos derechos.
En ese mismo año 2009 Ezequiel escribió una obra inédita titulada Rojo peligroso, en alusión a su ficha policial. Pues bien, eso, ni más ni menos, es lo que fue durante toda su vida. Con todas sus contradicciones, que seguro las tuvo, con sus dudas, con sus incertidumbres…, Ezequiel siempre fue un tipo “peligroso” para el sistema, es decir, para los dictadores, para los poderosos, para los explotadores, para los mafiosos… En estos tiempos líquidos en que nada es lo que parece, en los que todo se camufla tras neolenguajes que terminan diluyendo las identidades y confundiéndolo todo en beneficio de los de siempre, referentes como Ezequiel (y Marcos Ana, y Marcelino Camacho, y Josefina Samper, y tantos otros y otras…) se hacen más necesarios que nunca.
Descansa en paz, querido amigo. Tu recuerdo nos acompaña y nos ayudará siempre.
El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Eva Ramírez, Elías Rovira y Javier Sánchez.
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