(El artículo 8.1 de la Constitución pende sobre tu cabeza cual espada de Damocles)
Oswald Spengler, el controvertido filósofo e historiador alemán recordado principalmente por su magistral obra “La decadencia de Occidente” (publicado en dos tomos en 1918 y 1922) en la que pronosticaba el colapso de la civilización occidental a partir del año 2000 (se equivocó en unos pocos años pero ya estamos en eso ante el órdago multipolar del nuevo imperio euroasiático), en su corta vida dedicada al pensamiento político y a la historia mundial en la que encontramos singulares etapas de amor/odio tanto con el nazismo reinante en su patria como en el fascismo italiano, dejó para la posteridad una célebre frase que hunde sus raíces en el supremo quehacer del belicismo humano y que han tratado de monopolizar bastantes personajes de la geopolítica y la geoestrategia mundiales (en España ha sido adjudicada nada menos que a José Antonio Primo de Rivera en su famosa “Carta a los militares” de mayo de 1936) ya que sirve tanto a dictadores de toda laya como a activistas advenedizos militantes de la democracia neoliberal más permisiva. Pero que, sin duda, transfiere un mensaje que, incluso en nuestra época, cualquier personaje político de alto rango y, no digamos, los gobernantes de primer nivel deben conocer y tener en cuenta para evitarse el mayor de los desastres tanto personales como del ente al que sirven.
Pues esta es la famosa frase que nos dejó escrita el profesor Spengler, una mente preclara del historicismo y de la filosofía, propulsor del “cesarismo” y del “movimiento revolucionario conservador” en los años veinte del pasado siglo:
“Al final, la civilización la salva siempre un pelotón de soldados”
¡Casi nada, amigos! La civilización, así como suena o sea la seguridad jurídica, las leyes, las constituciones, los derechos, la convivencia, las libertades… todo lo mejor que ha conseguido el ser humano en siglos y siglos de existencia, ha sido salvado siempre y protegido en última instancia por el valor y las armas de unos cuantos soldados, de unos ciudadanos de uniforme que han hecho de la libertad y la seguridad de sus compatriotas su ideal de vida.
En la España actual, la situación política, económica, social e institucional, no descubro nada nuevo al lector/a, roza el caos más absoluto desde hace tiempo. La nación vegeta, malvive, huye de sí misma, vacaciona, cobra del paro, aumenta su deuda pública de manera exponencial, se abandona, se defiende como puede de sus enemigos políticos que tiene en su misma casa… en búsqueda certera de su propia destrucción. Su caída por la pendiente del nihilismo más absoluto se ha acentuado sobremanera desde que el perverso personaje que la gobierna en estos momentos, Pedro Sánchez “El Aviador”, el okupa de La Mareta, el dios de la resistencia, el psicópata del poder por el poder, el ególatra sin límites con ansias inconmensurables de pasarse las leyes por su entrepierna de chulo de discoteca… ha perdido el norte, el juicio y hasta el oremus, queriendo convertirla en una especie de torre de Babel donde pululen a sus anchas sus propios enemigos (que los tiene y muchos), aquellos que aspiran a su destrucción definitiva y a llevarse crudos sus ya escasos recursos.
¡Cuidado, monicaco Sánchez! Estás jugando con fuego y no sabes el peligro que corres. Muchos dirigentes políticos como tú, que hacían cosas como tú, con soberbia existencial parecida a la tuya e, incluso, con un cerebro sensiblemente superior al tuyo, acabaron mal, francamente mal, viendo salir el sol a través de poderosas rejas de acero. Hace tiempo, por decirlo de alguna manera, que has conseguido plaza de aparcamiento para otear el precipicio de la historia. Vives con el descaro más absoluto en el filo de la navaja, sorteas a diario los cuernos del astado que en el ruedo de la política anda por ahí buscando tus señoriales bajos. Te crees inmortal, políticamente invencible, y no reparas en que el poder y la suerte, acompañados del engaño y la traición, son escenarios esquivos, indecentes e infieles que cuando menos lo esperes te abandonarán para siempre.
Yo creo, ciudadano español en funciones de presidente del Gobierno, no presidente del Gobierno a secas que no lo eres, que ciego de poder como estás no ves el peligro cierto en el que te mueves. Y como a todas luces parece que es así, me voy a permitir abrir tus escasas neuronas a él. Mira, muchacho (y perdona lo de muchacho, pero es que para mí solo eres un joven cantamañanas que todavía no había nacido cuando mi humilde persona con dos estrellas de teniente en la bocamanga andaba pegando tiros por los secarrales de Ifni, en 1958, defendiendo con la vida la integridad y la soberanía de la nación española) en la Constitución Española de 1978, que tú como todos los españoles debemos respetar (por lo menos hasta que tengamos otra que la sustituya con ventaja democrática republicana) existe un artículo que es resolutivo y vinculante en extremo. Me refiero al artículo 8.1 que señala las misiones que deben cumplir las Fuerzas Armadas españolas en el caso, lógicamente, de peligro latente. Te lo transcribo íntegro a continuación:
“Art. 8.1.- Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”
Más claro, el agua, amigo. Los Ejércitos españoles tienen la misión constitucional de garantizar la soberanía nacional y su integridad territorial. ¡Casi nada! Soberanía e integridad territorial que tu insensatez manifiesta como presidente del Gobierno, tu soberbia y tus ansias de poder están poniendo en peligro cierto cada día que pasa. Por ello, me voy a permitir, y con esto termino este pequeño trabajo salido del alma de un militar demócrata que como todos los españoles juró defender su patria hasta la última gota de su sangre y que se dejó la piel y la carrera por modernizar y profesionalizar las FAS de este país, darte un consejo que es necesario que valores con detenimiento porque es de suma importancia para el porvenir de España y la convivencia futura de sus ciudadanos:
Guárdate mucho, pero mucho, mucho, ciudadano Sánchez, de comprometer, ofrecer, dilapidar, regalar… la integridad y la soberanía de la nación española a tus socios separatistas e independentistas que, enemigos de ella, inexplicablemente han sido admitidos como partidos legales en las propias Cortes Generales y te chantajean a más mejor. Óyeme bien, político de mierda metido a dirigir un país cuyas leyes te pasas a diario por tu mezquino trasero
EL EJÉRCITO ESPAÑOL, LLEGADO EL CASO, CUMPLIRÁ A RATABLA EL ARTÍCULO 8.1 DE LA CONSTITUCIÓN Y NO PERMITIRÁ, CAIGA QUIEN CAIGA, LA DESMEMBRACIÓN DE ESPAÑA.
Que se enteren de una puta vez los Puigdemont, los Junqueras, los Rufianes y demás calaña separatista.
Fdo: Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor e historiador.
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