El ejército pudo salvar Valencia.

Por Amadeo Martínez Inglés.

Un trabajo sobre la ayuda que pudo prestar el Ejército al pueblo de Valencia con motivo de la enorme tragedia sufrida.

Si el desalmado y cobarde presidente del Gobierno no lo hubiera impedido

 

Sí, sí, amigos, ciudadanos españoles absolutamente perplejos por la tragedia que vive en estos momentos una parte substancial de nuestra nación, el Ejército español, el conjunto de las Fuerzas Armadas de este país convulso pudo (contaba para ello con los medios, la organización, el valor y la entrega al pueblo al que debe servir) derrotar desde el principio, como por otra parte ha hecho en otras circunstancias históricas, a la maldita DANA de turno y salvar muchas vidas humanas.

 

Valencia, muchos pueblos de su bienaventurada geografía, así como otras regiones del Este y Sur peninsular, aunque en mucha menor medida, sufrieron el pasado martes 29 de octubre como es sabido el feroz ataque, la atroz acometida de una naturaleza despiadada que buscaba en el mar la salida a un verano inusualmente caluroso. Dicho ataque, de una magnitud comparable, sin ningún tipo de exageraciones, al que podía representar un bombardeo masivo de saturación en una hipotética guerra, no fue sin embargo neutralizado, combatido, frenado, desactivado… derrotado, en suma, como podía y debía haber sido, por la única fuerza capaz de hacerlo con garantía de éxito en España: su Ejército, sus Fuerzas Armadas de Tierra, Mar y Aire. Que cuentan con los medios, el personal, la organización, y la preparación técnica y operativa para enfrentar con éxito tanto a un enemigo convencional, humano, como, en este caso, a un conglomerado de fuerzas hostiles de la madre naturaleza.

 

¿Y por qué no lo fue? Por qué permanecieron absurdamente, incomprensiblemente, estúpidamente, alocadamente, traidoramente, con claras responsabilidades de todo tipo incluidas las penales (que deberán ser perseguibles en su día, cuanto antes mejor) en sus cuarteles unos medios militares que si bien no hubieran podido, obviamente,  impedir el insidioso ataque de unas nubes malditas, sí hubieran podido desmontar de raíz sus nefastas consecuencias de todo tipo, salvando decenas, quizá centenares o miles de vidas humanas, rescatando en horas y en situ a muchas personas (hombres, mujeres ancianos. niños…) atrapados en sus casas, en sus coches, en sótanos y garajes, abriendo con urgencia vías de comunicación, abasteciendo a cuantas personas lo necesitaran de alimentos, agua, medicamentos, montando cocinas de campaña, hospitales eventuales, desplegando centros logísticos que velaran por el abastecimiento de la población a largo plazo…

 

Fue culpa del Gobierno de la nación, obviamente. El único capacitado para decretar el estado de alarma (quizá hasta hubiera sido conveniente ir al de excepción posteriormente) y el único que puede movilizar con suma urgencia al Ejército. Pero su presidente, el inicuo, desalmado, desvergonzado, inepto, estúpido, descerebrado, cretino, desleal, traidor, trilero, loco, caradura, sinvergüenza, COBARDE… ”Pedrito el del Falcon” (al que, por cierto, sus escoltas sacaron como un pelele, un muñeco, un borracho, un pobre diablo deprimido y exhausto, arrastrando los pies, con la cara desencajada y al borde del colapso moral de las siniestras calles del pueblo abatido de Paiporta en la ya famosa huida del domingo 3 de noviembre) no quiso, no se atrevió, en un claro y delictivo  acto de denegación de auxilio a las víctimas, a tomar el mando de la tragedia y poner  a todos los inconmensurables medios del Estado al servicio de los pobres ciudadanos que rotos de dolor y víctimas de una tragedia sin límites imploraban ayuda.

 

La alimaña política que este país lleva años sufriendo y que todavía se refugia en el palacio de La Moncloa debe ser destruida, eliminada de nuestras vidas, de momento políticamente hasta que hablen los jueces del Supremo, que deberían hacerlo cuanto antes ordenado su imputación y detención inmediata. Porque de no hacerlo, est país puede caer, y no son meras suposiciones o un alocado brindis al sol de un periodista destacado en la zona cero con su psique al borde de la depresión más absoluta sino una valoración prospectiva, un juicio profesional muy elaborado por el experto estratega militar que le habla, en el caos irremediable, en una revolución sui géneris o en una involución disgregadora política y socialmente.

 

                            

                          

   Fdo. Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor e historiador.

 

 

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